
De la misma manera que ocurre con los buenos libros, el impresionante western de Howard Hawks se nos hace corto, y cuando sus 136 minutos de metraje concluyen nos quedamos con las ganas de que otro forajido rompa el orden que el sheriff, Frank T (John Wayne), guarda en el condado de Presidio para seguir disfrutando de sus aventuras.
Si existe alguna fórmula mágica que combine personajes, trama y golpes de efecto, Hawks dio con ella para crear esta obra maestra. Es cierto que los personajes de sus películas no hablan mucho, pero cuando lo hacen es para decir algo interesante. Por ello no escuchamos al primer personaje hasta que han transcurrido más de cuatro minutos de película, y ya conocemos al malo (Claude Akins), al bueno (John Wayne, por supuesto) y al amigo borracho del bueno (Dean Martin).

En el aspecto técnico lo más destacable es que, como en la mayoría del cine clásico, la cámara desaparece y ello contribuye a sumergir al espectador en la historia. Quizá en los momentos en los que el borracho lo está pasando mal por culpa de su rehabilitación, Hawks se concentra en él y deja un poco de lado la historia, pero la lucha interna de este personaje lo merece sin lugar a dudas.
El largometraje es una ópera magna de este género que ensalza, aún más si cabe, a John Wayne como el vaquero por excelencia y lo único que puedo lamentar tras haber visto este film es no haber disfrutado de él en mi niñez.
1 comentario:
PRIMO, ESTO YA LO HE LEIDO EN FILMAFFINITY, ESCRIBE SOBRE COSAS NUEVAS Y NO TE REPITAS QUE ESTA MU FEO Y YO SE QUE TU TIENES MAS RECURSOS. UN BESITO GUAPOOOOOOOOOOOO
TU PRIMA PREFERIDA
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