sábado, 4 de abril de 2009

Si John Wayne es el "vaquero", Río Bravo es la película

Estos días podemos ver en nuestros televisores una nueva campaña de coca-cola, en la que un anciano de 102 años va a visitar a un bebé recién nacido y le aconseja acerca de la vida. Además del sentimentalismo que se sustrae del anuncio, el centenario señor concluye su “clase” sobre la vida diciendo a la niña que lo único que no le va a gustar es que le va a parecer demasiado corta. Pues eso mismo es lo que nos pasa al terminar de ver Río Bravo.

De la misma manera que ocurre con los buenos libros, el impresionante western de Howard Hawks se nos hace corto, y cuando sus 136 minutos de metraje concluyen nos quedamos con las ganas de que otro forajido rompa el orden que el sheriff, Frank T (John Wayne), guarda en el condado de Presidio para seguir disfrutando de sus aventuras.

Si existe alguna fórmula mágica que combine personajes, trama y golpes de efecto, Hawks dio con ella para crear esta obra maestra. Es cierto que los personajes de sus películas no hablan mucho, pero cuando lo hacen es para decir algo interesante. Por ello no escuchamos al primer personaje hasta que han transcurrido más de cuatro minutos de película, y ya conocemos al malo (Claude Akins), al bueno (John Wayne, por supuesto) y al amigo borracho del bueno (Dean Martin).

La trama es sencilla: el bien contra el mal, el primero en clara desventaja y el segundo con todo a su favor; “ellos son más de cuarenta y lo único que les importa es ganar su jornal”, dice el sheriff a un amigo que le ofrece su ayuda. Las fuerzas del bien se completan con un viejo tullido (Walter Brennan) con el que nos reiremos bastante, gracias en buena parte al doblaje, y un joven engreído (Ricky Nelson) que se les unirá en el último momento. Este último no entró en el reparto al azar; Ricky Nelson era una joven estrella de la canción, y en este film comparte un maravilloso número con Dean Martin que despliega sus dotes para el canto en una escena cargada de compañerismo.

En el aspecto técnico lo más destacable es que, como en la mayoría del cine clásico, la cámara desaparece y ello contribuye a sumergir al espectador en la historia. Quizá en los momentos en los que el borracho lo está pasando mal por culpa de su rehabilitación, Hawks se concentra en él y deja un poco de lado la historia, pero la lucha interna de este personaje lo merece sin lugar a dudas.

El largometraje es una ópera magna de este género que ensalza, aún más si cabe, a John Wayne como el vaquero por excelencia y lo único que puedo lamentar tras haber visto este film es no haber disfrutado de él en mi niñez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

PRIMO, ESTO YA LO HE LEIDO EN FILMAFFINITY, ESCRIBE SOBRE COSAS NUEVAS Y NO TE REPITAS QUE ESTA MU FEO Y YO SE QUE TU TIENES MAS RECURSOS. UN BESITO GUAPOOOOOOOOOOOO
TU PRIMA PREFERIDA