viernes, 5 de marzo de 2010

Sopa de letras

Pocas veces uno tiene la oportunidad de asistir a la charla de un escritor con tantos conocimientos y facilidad para la digresión. Emilio Pascual es un escritor que, aunque no es muy conocido, tiene un público fiel que siempre espera la salida al mercado de su próximo libro. Este miércoles he podido comprobar una de las razones por las que el escritor segoviano goza de esa fidelidad.

Gracias a Victoria (una monja del colegio de Cris) se organizó en Miajadas una charla en la que el autor vino a hablar de dos de sus libros: "Días de Reyes Magos" y "El fantasma anidó bajo el alero". En el coloquio que tuvo lugar tras la presentación del segundo libro, Pascual desplegó una avalancha de conocimientos literarios que iban desde La Náusea Sartre al Génesis pasando por una serie de anécdotas curiosas sobre la etimología de algunas palabras (¿sabíais que hígado viene de higo?) que rescataban la atención del auditorio cuando su digresión se hacía demasiado espesa para las mentes mundanas que allí nos encontrábamos.

Fue una charla de esas que nunca quieres que lleguen a su fin (digo de esas... pero es la primera vez que me pasa con una charla literaria, y en la carrera tuve unas cuantas) y de las que mientras intentas asimilar conocimientos como una esponja te das cuenta de que, muy a tu pesar, no vas a recordar ni la mitad de ideas que ahí se han vertido.

No obstante, y a pesar de lo fructífera que resultó la charla, las digresiones de Pascual no fueron lo mejor de la tarde. Una señorita de 24 años llamada Cristina fue la encargada de presentar por tercera vez al escritor. No pudo hacerlo mejor.

Tirando de bemoles (para algo ha estudiado piano) se enfrentó a un aula en la que la mayoría de los asistentes no la conocía de nada para arrojar algo de luz sobre el tipo con cara de simpático que se sentaba a su lado. Habló de sus dos libros, la relación entre ellos; de la importancia de la literatura en las relaciones entre las personas y de los lazos que se establecen entre las páginas de una obra y su lector; de guiños mudos (para los que no entendemos de metáforas); y terminó la presentación con una frase que dejaba medio camino recorrido para el ponente.

Pero lo más importante es que se enfrentó a un miedo y lo pisoteó sin miramientos. ¡Olé!

Aquí os dejo una foto posterior a la charla en la que Emilio (encantado tras la presentación) dedica un libro a Cris.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Te quiero.
Hoy no puedo escribir nada más. Ya sabes porqué. Pero prometo explayarme. Te espero

Athgaila

Anónimo dijo...

A ver si ahora lo hago bien.
Hola, cosa guapa. Acabo de finiquitar (bieeeeeen!!!!!) las tropecientas catorce cajas que tenía que fichar, y tengo ganas de saldar deudas.
Gracias, gracias, gracias. Y no por dedicarme la entrada (que sé que en parte es para mí, al igual que para Emilio), sino por estar ahí. Cuando tenía nervios y hablaba como una pánfila en el coche ensayando (tartamudeando, más bien), cuando Victoria nos metió a traición a tomar café con él, cuando me senté, cuando terminó, esa noche... siempre. Gracias por compartir conmigo momentos tan buenos como esos, y gracias porque te ha gustado.
Gracias... gracias... gracias...
Te quiero, Mario


Athgaila